Recorrido aproximado del día: 505 km – 6 h 04 min
Cuando comenzamos a preparar el viaje, no teníamos pensado visitar la península de Snaefellsnes, de hecho, no fue hasta un mes antes cuando lo decidimos. Eran muchas horas de carretera y se veía duro, pero finalmente, lo añadimos a la ruta y no nos arrepentimos de ello.
Tras desayunar en nuestra cabaña una riquísima leche que nos dieron los dueños de la granja, pusimos rumbo a Akureyri, la cual nos sorprendió por su tamaño.
El primer punto a visitar del día fue el museo e iglesia Glaumber, un conjunto de casitas que formaban una antigua granja. Cuando nosotros fuimos estaba cerrado, por lo que no pudimos ver el interior de las preciosas casitas, solo pasear por los alrededores.
Muy cerca de aquí, se encuentra Víðimýrarkirkja, una de las pocas iglesias con el tejado de turba que se conservan en Islandia.
Desde esta, y tras aproximadamente una hora de trayecto, llegamos a Hvítserkur, una formación geológica formada hace miles de años. Su forma recuerda a un rinoceronte, aunque a nosotros nos pareció más un dinosaurio.
De vuelta de la visita a Hvítserkur, pudimos parar a un lado de la carretera, donde había un grupo grande de caballos. Estamos enamorados de los caballos islandeses y siempre que es posible, paramos para poder verles.
Decidimos parar a tomar un tentempié en una gasolinera cercana. Nos tomamos una Pepsi, un perrito y un KitKat por 4€ al cambio.
Tres horas de trayecto sobre una Islandia que daba sensación de abandono, carreteras de graba y conducción en solitario, nos dejaban en el último punto a visitar del día.
El famoso Kirkjufell, con sus 463 metros de altitud, uno de los lugares más fotografiados de Islandia. El paisaje había cambiado y nos sorprendía completamente cubierto de un manto de nieve. Cogimos nuestros crampones para dirigirnos a una de las vistas más bonitas para fotografiarlo, tras la cascada Kirkjufellsfoss.
Con la noche ya echada encima, nos fuimos directos a nuestro alojamiento de hoy, donde pudimos degustar unas riquísimas hamburguesas, un par de platos por los que pagamos unos 38€ al cambio, pero totalmente merecido tras la dura paliza en carretera del día de hoy. Desde aquí, agradecemos enormemente a los empleados de Tradir Guesthouse el trato recibido, ya que cuando llegamos la cocina estaba cerrada y se ofrecieron a hacernos la cena igualmente.
Hoy teníamos una ubicación ideal para ver auroras y el índice era muy alto, pero el cielo no se despejó en toda la noche. Esto se acaba, penúltima noche en este maravilloso país.