El día de ayer había sido muy largo, así que, decidimos replanificar un poco el día de hoy. Tocaba poner rumbo a Hiroshima. La idea inicial era hacer un alto en el camino y pasar por Onomichi, una ciudad costera famosa por sus templos. Lamentablemente, el cansancio acumulado del viaje nos pudo y decidimos cancelar esta visita para seguir con el plan principal del día.
Pusimos el despertador a las 8.30 de la mañana y, aun así, nos costó muchísimo levantarnos. Consultamos en Hyperdia los horarios del Shinkansen y tomamos el siguiente a Hiroshima, haciendo escala en Shin-Kobe. Al cambiar el horario no teníamos reserva, por lo que nos tocó ir todo el viaje de pie. Empezaba el infierno del día con los transportes, más adelante continúa, no os preocupéis.
Ya en Hiroshima, ciudad que pisamos por tercera vez y que recomendamos encarecidamente visitar a todo el mundo, tomamos el Street Car hasta el Parque Memorial de la Paz. Mañana era el cumple de mi mitad viajera, mi marido, y teníamos reservado un hotel con vistas al parque (podéis verlo en el post que realizamos sobre el alojamiento de este año).
Hicimos un check-in rápido y dejamos las cosas en la habitación. Se acercaba la hora de comer, así que buscamos algún lugar cerca del hotel. Justo en la misma calle, había un bar tradicional, pequeñito, con 4 mesas y regentado por una familia, de esos que nos molan tanto en Japón. Allí servían okonomiyaki (plato típico de Hiroshima), así que, sin pensarlo dos veces, entramos. ¡Cómo nos gusta el okonomiyaki!
Hoy teníamos una cita muy muy muy especial, volveríamos a nuestra querida Miyajima. Esa isla tan mágica, que en nuestro viaje de 2012 tanto nos enamoró. Veríamos los fuegos artificiales, que cada año atraen a miles de personas. Y no es para menos, se trata de los fuegos artificiales más fotografiados del mundo y dicen, que, para conseguir alojamiento en estas fechas, hay que reservarlo hasta con un año de antelación…
Para llegar a Miyajima tuvimos que tomar la línea JR hasta Miyajima-guchi desde la estación central de Hiroshima. Aquí, ya empezamos a comprobar que la cosa iba a ponerse fea en cuanto a aglomeraciones de gente… En la estación, nos juntamos todas las personas que íbamos a ver los fuegos, con las que se bajaban de los trenes para asistir al partido de béisbol de los Hiroshima Toyo Carp, pero la cosa aún no se había puesto fea del todo.
Después de esperar la cola, pensamos que sería imposible entrar todos en el tren, y que tendríamos que esperar al próximo. Pero no, amigos míos, esto es Japón, y aquí entramos todos y punto. El viaje de una media hora, fue horrible, literalmente aplastados entre la muchedumbre, pero todavía sería peor ¿de verdad? Pues sí, seguid leyendo…
Por fin llegamos a Miyajima-guchi y allí la gente ya se fue dispersando. Unos se quedaban a ver los fuegos desde esta orilla en Hiroshima, y otros, cogeríamos el Ferry para verlos desde la propia isla. Este viaje ya fue más agradable, gracias a que en el barco hay aforo limitado, no nos hundimos! Jeje.
El viaje en ferry fue de unos 15 minutos, agradeciendo la brisa del mar, con el calor y la humedad que siempre hay en agosto en Miyajima. Teníamos pensado visitar alguno de los templos y santuarios de la isla, pero tras bajarnos del barco y ver la multitud que había, lo descartamos.
Yo no decía nada, pero estaba empezando a ponerme un poco triste, ya que con la cantidad de gente que había, ya me hacía a la idea de que todos los lugares buenos de la isla para ver los fuegos sentados, tranquilamente, estarían ocupados. Quería que hoy fuese un momento especial junto a mi marido. Los dos, por tercera vez en Miyajima (cuando no pensamos que volveríamos una segunda) y asistiendo a los fuegos artificiales en dicha isla. Un escenario de lo más romántico, un día perfecto.
Empezamos a hacernos hueco entre la multitud y a observar desde dónde podríamos verlos. Vimos que varias personas pasaban por una especie de pasillo de barandillas hacia la playa. Al principio, nos mostramos reacios a seguirles, porque creíamos que se necesitaría algún tipo de entrada. En los festivales de verano a los que habíamos asistido, había zonas privadas de pago y creíamos que aquí sería parecido. Pero, tras ver que nadie enseñaba ningún ticket y no había nadie controlando, decidimos pasar a cotillear, al fin y al cabo, de ser privado, nos darían el alto.
Aquí, mi cara, se iluminó. ¡Había mucha gente, sí, pero teníamos aún media playa libre! Una perfecta ubicación, el sueño se cumpliría y podríamos compartirlo juntos.
Nos compramos unas bebidas y cogimos un buen sitio en la playa. Comenzó a atardecer, anocheció, la playa se llenó de gente, la megafonía empezó a emitir música, y la magia se hizo con el lugar. Unos fuegos artificiales como nunca jamás habíamos visto. Fue una noche increíble y que nunca olvidaremos.
Y algo tenemos claro, volveremos a Miyajima, volveremos a ver sus fuegos, pero esta vez intentaremos coger alojamiento en la isla. Ya que ese día, fichamos un hotel con terraza y vistas a la playa, un lugar perfecto para volver a ver los fuegos.
Los fuegos llegaron a su fin y tocaba volver. El camino hacia el ferry parecía una horda de zombis. Caminábamos a un ritmo de paso por hora, pero mereció totalmente la pena solo por la noche que pasamos. Una vez nos posamos del ferry, estuvimos como una hora, en una cola para coger el tren a Hiroshima. En todo momento había policías subidos a una torreta, diciendo algo por megafonía, mientras los japoneses se reían. Entendemos que les debían contar alguna gracia para que el rato fuese más ameno, pero nosotros no nos enterábamos de una, solo seguíamos a la multitud.
Si la espera del ferry fue agobiante, la hora de espera para coger el tren a Hiroshima aún más. Pero si a esto le sumas, que, en el tren, cuando crees que es imposible que quepa alguien, entran 50 personas más, pues imaginaros… nosotros creímos que el tren iba a volcar, de verdad… yo creo que no era ni legal llevar a tanta gente por vagón.
Solo un consejo, pensar en lo positivo de la noche, no olvidaros del buen rato que pasasteis en la playa viendo los fuegos y armarse de paciencia, porque la vuelta, de verdad, que es un auténtico horror.
Con todo el jaleo de gente y la emoción de ver anochecer y los fuegos, se nos olvidó por completo cenar. Y claro, después de toda la espera y el horrible trayecto en tren… no teníamos ni hambre. Así que, nos cogimos cuatro pijadas en un Lawson camino al hotel y aprovechamos la mesa que teníamos junto a la venta y cenamos con vistas al Parque Memorial de La Paz.
Un día agotador, pero que nunca olvidaremos. Miyajima cada día es más especial para nosotros.
Y tan especial debió ser! Si ya parece un lugar mágico… con esas luces explotando en el cielo debió ser una noche inolvidable!!! Un abrazo bonitos!