La noche en el templo ha sido genial, el futón era el más cómodo que hemos probado nunca, hemos dormido como troncos…hasta las 6 de la mañana que ha sonado el despertador. Otro día, otra historia.
Lo primero que hemos hecho nada más pegarnos una ducha, ha sido asistir al servicio de mañanas en el templo principal, donde los monjes locales realizan un ritual cada mañana, de una media hora de duración aproximadamente. Es bastante curioso acercarse al modo de vida que llevan estas personas y la dedicación que muestran hacia sus creencias, aunque no lo compartas para nada.
Después de este ritual, pudimos acompañar a los monjes a la Ceremonia del Fuego, donde, en una sala bastante pequeña para todos los huépedes del templo, comenzaban a recitar cánticos a golpe de Taiko (tambor japonés) mientras uno de ellos arrojaba unas tablillas (con deseos escritos en ellas) a un fogón situado en el centro. La verdad que estuvo bastante bien, al menos hasta que la sala se llenó de humo y empezaba a ser un poco agobiante, pero bueno…no fue muy largo y conseguimos salir de allí a tiempo para poder respirar aire fresco de nuevo.
Al terminar la ceremonia, volvimos a la habitación, donde ya habían recogido los futones y en su lugar habían colocado el desayuno. Cenar el menú vegetariano es una cosa, pero tomarlo para desayunar es bastante más complicado, sobre todo cuando la comida no te entra por los ojos y no hay ningún olor familiar en la mesa, como el café o el zumo. En su lugar teníamos arroz, té, sopa miso, tortilla de semillas de soja, cosa rara 1 y cosa rara 2. Las cosas raras 1 y 2 no pudimos ni probarlas, preferimos dejarlas en paz, envueltas en su misterio. Sin embargo, la sopa miso, la tortilla y el arroz entraban bastante bien a estas horas, por extraño que parezca.
Tras desayunar, tocaba dejar el hotel y abandonar Koyasan, sin duda un lugar precioso en el que aprendimos un montón de cosas sobre el budismo y la cultura japonesa más tradicional. Con gran pena tuvimos que deshacer el largo camino andado para llegar nuevamente a la estación de Shin-Imamiya, desde la que tomaríamos el tren hacia Nara.
Qué ganas teníamos de volver a Nara. Iba a decir que es otro de nuestros lugares favoritos pero me estoy dando cuenta de que todos los sitios que visitamos aquí en Japón forman parte de nuestros favoritos. Nara es una de esas visitas que te va sorprendiendo y enamorando según vas haciendo metros. Desde que llegas hasta que te vas, te pone automáticamente una sonrisilla de felicidad en la cara.
Llegamos a la estación alrededor de las 12 del mediodía y al salir a la calle nos topamos con un calor sofocante y un solazo que no veíamos desde el viaje anterior. Una vez te acostumbras al clima templado y lluvioso, cuesta muchísimo soportar estas temperaturas con la humedad que hay.
Como teníamos bastante hambre, de haber estado comiendo tanto vegetal, decidimos que ya era hora de comer algún animalito (suena horrible dicho así), así que entramos en un Kentucky Fried Chicken que hay justo enfrente de la estación para saciarnos un poco.
Nuestro destino era el Parque de Nara, al que se accede recorriendo una larga avenida llenísima de tiendas de souvenirs, restaurantes y demás establecimientos. Sabes perfectamente cuando llegas porque empiezas a ver a las grandes estrellas del lugar, los ciervos Sika. Estos preciosos animales campan libremente por esta zona de la ciudad, siendo tratados como tesoros nacionales. Antiguamente se prohibió su caza al ser considerados mensajeros de los dioses y actualmente hay más de mil ciervos habitando la zona con total libertad.
El primero de los templos del complejo es el Kofukuji, cuyo edificio principal se encuentra en plena reconstrucción. De hecho, cuando vinimos en 2012 ya se estaban efectuando las obras, aún así merece la pena contemplar la impresionante pagoda de cinco pisos que le acompaña a pocos metros.
Nos seguimos adentrando en el parque, viendo cada vez más y más ciervos de todos los tamaños. Es una maravilla verles en un entorno para ellos tan natural, donde se sientan cómodos al lado del ser humano. Existen varios puestos donde venden galletas especialmente creadas para ellos y que son un éxito entre los visitantes de la ciudad. Nosotros no pudimos evitar comprar un paquete y ponernos a alimentar a los simpáticos vecinos del parque. Nos hizo gracia la gente que parecía quedarse flipada al vernos dándoles de comer de forma tan natural, porque la mayoría suelen tener miedo y arrojan las galletas al suelo en cuanto se les acercan. En cambio yo parecía un cura repartiendo hostias (sagradas) rodeado de fieles cérvidos, dándoles su comida a trocitos para poder repartirlas bien.
Para culminar la visita a esta encantadora ciudad, pudimos volver a admirar el grandioso templo Todai-ji, la construcción de madera más grande del mundo y eso que la versión actual es bastante más pequeña que la original. En las fotos se puede apreciar el tamaño de una persona frente al colosal edificio y es que es impresionante cuando estás frente a él, hipnotiza realmente. Dentro casi impresiona aún más, ya que alberga una estatua de bronce de 15 metros de altura que representa al Daibutsu o Gran Buda.
Con esta visita terminamos nuestro viaje a Nara, uno de los lugares que más pena nos está dando dejar atrás y uno de los imprescindibles para todo viajero.
Para terminar el día, ya de vuelta en Kioto y teniendo en cuenta que ya es nuestra última noche aquí, decidimos cenar en un famoso restaurante histórico llamado Kane-yo, en el que llevan preparando platos de anguila desde hace más de 100 años. Nada más entrar se nota ese ambiente añejo, como si vas a un chigre ancestral de esos que hay por Asturias, lo que le da un encanto especial. En cuanto nos sentamos, nos dieron la carta e inmediatamente nos sirvieron un té verde espectacular. Para cenar, decidimos elegir anguila con arroz, que viene siendo el plato estándar típico y anguila con arroz y tortilla que parece ser, tiene bastante éxito por aquí. Madre mía, qué sabor! Comentar que, al contrario que otros pescados japoneses, la anguila se cocina a la plancha, por lo que incluso los detractores del sushi podrían disfrutar este plato plenamente. Un sitio que no os podéis pasar por alto si venís a Kioto.
Bueno, nuestro tiempo en esta ciudad se termina, mañana nos vamos a los Alpes Japoneses y terminaremos nuestros últimos días del viaje en Tokio.
Un saludo y gracias por leernos!
Como siempre unas fotos chulisimas a seguir disfrutando besinosss
Menudo desayuno !! Asi da gusto jeje ¿lo que había en el cuenco de la izquierda blanco no era un umeboshi ? Lo de la ceremonia del fuego seguro que fue preciosa, aunque menudo empacho de humo XD. Me declaro FAN de ese tren siempre que lo veo me recuerda a los animes XD
Ciervos apachuchables everyWhere por cierto el sitio esta adecuado a ellos no ? osea tienen bebederos por algún sitio o comederos?? aunque de esto ultimo no creo que necesiten con tanto turista dándoles galletas XD Fan de la foto de dar la galleta con la boca en modo Encantador de ciervos XD
Ese templo tiene que ser impresionante ES ENORME, pintaza la anguila, con lo que me gusta a mi T_T traerme un tupper gigante con comida XD
Un reportaje magnífico, todo un regalo para vuestros lectores. Me encanta la forma que tenéis de relatar lugares y sensaciones y para colmo con unas fotos maravillosas, muchas felicidades por ese viaje y gracias por hacer posible poder compartirlo con vosotros